martes, 20 de noviembre de 2012

PUBLICADO POR EL MUNDO


Desobedientes



Obedeciste, acabaste el Bachillerato con tu bufanda de sobresalientes y se estaba confortable en aquellos 18 años. Tan formada.
Obedeciste e hiciste Arquitectura -o Derecho, o Psicología. O las tres cosas a la vez, menuda eras tú-. Y mirabas la vida calentita como quien lo hace desde la cristalera de un ático con calefacción. Cómo era el mundo de pequeño allí abajo, cómo querías volar tú de alto, cuántos sueños soñados con tu feliz aterrizaje.
 Obedeciste, te fuiste a tomar por saco al extranjero del jaguarllú y del oufidersén, y tocaste guitarras alrededor de una hoguera. Obedeciste y no hiciste un máster, sino dos. Obedeciste. Luego vino el vuelo y el hostión. Ahora remueves las ascuas.
Así que 31 años después llevas unos meses desobediente y cáustica. Ferozmente encabronada y a la búsqueda del fuego. Desesperadamente esperando. Buscando un grial en Linkedin, surfeando más adioses que olas en InfoJobs, mandando correos a los contactos que no saben/no contestan.
Así que después de aquel calor de los años, hoy una siente abierto el frigorífico cósmico del miedo. Frío, lo que hace aquí fuera es muchísimo frío.
La calle es el polo y quedarse en casa de brazos cruzados es encerrarse en un iglú. Que salgas. Te dicen que salgas. Y entonces te asomas y ves que sólo está el vacío, o una rehala de empleos con una alfombra de cuchillos delante.
Para la psicóloga que querías ser, hay trabajos de jornalera (24 céntimos el kilo de aceituna recogido en Sevilla). Para la arquitecta que apuntabas, queda un empleo de cuidadora de ancianos (600 euros las 12 horas, pernocta incluida). Para la abogada que iba a tener despacho propio, existe un curro haciendo de cartel publicitario andante por la calle Preciados. "Compro oro". "Compro joyas". Qué remedio: te vendes tú.
Tan formada y tan deformada, ya tienes todo el flequillo revuelto de cuando eras pequeña e incorregible. Es tu padre el que te atusa el pelo. Es tu padre el que se hace cargo de que, cuando él tenía 31 años como los tuyos, ya disponía de una casa, y de una familia, y de un Simca 1200 rojo, y de un contrato fijo en la Peugeot, y de que ya jugaba con dos hijas que eran luz de melocotón.
Es tu padre el que el otro día -por primera vez en su vida- se fue contigo a una manifestación. Antes te dejó un recorte junto al café con leche. Era del señor Rábago. Una viñeta con dos gatos. En la que uno le decía al otro: "Déjate de maullidos. Si quieres sardinas, ruge".

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